“La dictadura de la turbamulta”

Opinión
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¿Se imaginan la hecatombe social dejando las decisiones de la Corte Constitucional en manos de un pueblo ignorante que se mueve al compás de la efervescencia emotiva de quien bien sepa manejar el mesianismo o la fé para beneficio propio?

Querer adueñarse del poder absoluto no es una práctica de antaño, mucho menos de esas épocas oscurantistas en donde el Monarca o Mesías quería controlar de manera absoluta a la muchedumbre para abusar del poder, que de buena fe y bajo la modalidad del engaño se les ofrecía a sus regentes. Esta mala práctica sigue vigente, disfrazada e infiltrada en nuestra democracia, así sea poco aceptada, la división tripartita del poder es quizás el único bastión que tiene una sociedad que no ha podido llegar a la eminencia de la autorregulación.

Por eso querer “manosear” las decisiones judiciales a través de referendos podría ser un craso error, y generaría problemas a mediano y largo plazo. Así como el Uribismo -que siempre ha intentado- “irrespetar” la Constitución, modificando su esencia en materia de derechos laborales irrenunciables y libertades individuales, cualquier “lesionado mental” con ínfulas de redentor tiene el camino abierto para manipular al constituyente primario (el pueblo) a su antojo, tal y como lo hace la antagonista izquierda liderada por el presidente Maduro. Lo cierto es que los extremos son viciosos, y tanto la izquierda como la derecha pueden utilizar de manera equivoca los mecanismos de participación ciudadana para fines propios y oscuros, en consecuencia se desdibujaría esa figura tan prolija que se implementó para que los ciudadanos aprobaran reformas constitucionales.

Si somos tan irresponsables eligiendo a nuestros gobernantes, ¿se imaginan la hecatombe social dejando las decisiones de la Corte Constitucional en manos de un pueblo ignorante que se mueve al compás de la efervescencia emotiva de quien bien sepa manejar el mesianismo o la fé para beneficio propio?, o mejor aún, ¿sería viable dejar las decisiones más importantes de una Nación en manos de una población que supera en Colombia los 2.7 millones de personas analfabetas? A todo esto, súmenle el número de analfabetas políticos que regalan su voto por $50.000 pesos, tejas, ladrillos, cemento o un refrigerio en el peor de los casos, en un país en donde se elige un presidente con un poco más del 50% de los votos válidamente emitidos.

Así las cosas, nos enfrentamos a una dictadura de la turbamulta quien finalmente tomará decisiones del resorte de la guardiana de la Constitución, decisiones no amparadas en el diálogo, la disertación y muchos menos inspiradas en la razón, por el contrario, serían puros actos de pasión, como la posición de la mayoría de sectarios que creen que este país se arregla a punta de plomo y cárcel.

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