¡Que no viva la muerte y que no muera la vida!

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la Policía Nacional revelaba que: 110 personas murieron y 257 resultaron lesionadas el fin de semana en la conmemoración del Día de la madre...

Demenciales y perversas son las cifras sobre los muertos y heridos de los últimos días, parece que nos acostumbramos tanto a la violencia, que ni siquiera en la fecha para resaltar la ardua, inconmensurable, benévola e incondicional labor de ser madre, la muerte se detiene. No existe tregua, ni cesan los hábitos que generan resultados letales e irreversibles, indicador de la poca sensibilidad y escaso respeto que tenemos por la vida e integridad del prójimo. Por consiguiente, resulta paradójico que, así como un gran número de mujeres, celebran dichosas, así sea por un ínfimo día, otras dominadas y sumisas sufren toda la vida.

Deberíamos recapacitar, en el sentido en que se elogia a la mujer (madre, esposa o hija) por un instante fugaz, pero de modo similar, se podría reverenciar a la mujer hasta el límite de su existencia -tal vez con menos ímpetu- y sin indiferencia, quizás, no con artilugios suntuosos, sino con conductas más importantes como el afecto, así sea moderado pero constante, en otras palabras, que no sea efímero, ni esporádico, así lo decrete el consumismo calendárico.

Sin embargo, pasada la víspera y caído el festejo, la Policía Nacional revelaba que: 110 personas murieron y 257 resultaron lesionadas el fin de semana en la conmemoración del Día de la madre, sumándose a más de 464 casos de violencia intrafamiliar. Alarman los casos de violencia de género, con acrecentamiento próximo al 20%. Es decir, 123 casos comparados con los 92 del año 2018. De ahí que es menester con ¡urgencia!, que esas horribles y doloras cifras de violencia, sean aborrecidas y sepultadas para siempre, toda vez que las mujeres no deben estar subyugadas a vivir como mártires ni en indulgencia, no merecen ser víctimas del cruel sentimiento que significa la pérdida de un ser que se ha “concebido en su vientre” o con el cual ha vivido. Lo anterior debido a que el ¡amor! -sobre todo el de la madre- no discrimina si se ha “parido” un ángel o un demonio, ese amor infinito y puro no lo amilana ni si quiera la deshonra.

Por consiguiente, deberíamos preguntarnos como sociedad ¿por qué cuando celebramos el día del ser que nos dio la vida, se producen más muertes?

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