El comienzo de la Semana Mayor

Opinión
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Y si Jesús se entregó sereno, ¿qué sentido tendría su muerte?...

POR MIGUEL DE LEÓN

MiguelEl pasado domingo, comenzó la Semana Santa y escuchamos nuevamente, los pedidos de sacerdotes y pastores para aprovechar este tiempo, para la reflexión, para "perdonar y pedir perdón", y "eliminar el odio en sus corazones", concretamente. Pero los referentes culturales y religiosos que le dan sentido a este tiempo, están tan garabateados, que cuesta ya explicarles a las nuevas generaciones cuál es el espíritu que mueve estos días las manifestaciones de perdón o de cualquier otro nombre que queramos darle, de ahí, que para los jóvenes es una  “Parranda Santa”. Incluso, la utilización de la palabra ‘Perdón’ lo mismo que la Paz, de tanto abuso han terminado por ser manoseadas. Por eso, hay que volver a los orígenes de las cosas para entender por qué son como son.

Recordemos que para la iglesia primitiva, el bautismo y la penitencia iban ligados, porque en ambos casos se trataba de cumplir con los ritos necesarios para obtener la admisión o la readmisión en la iglesia. En ambos casos, el camino era la penitencia, la cual se convierte  en penitencia pública y se concedía el perdón solemne a los penitentes que habían cumplido su penitencia. Es que el fin natural y el éxito de la penitencia es el perdón. Por eso, la llegada de Jesucristo a un mundo en decadencia plantea un nuevo orden, que se resume fundamentalmente así:

“a) El Reino ansiado por todos se ha aproximado, b) Hay que acogerlo por la fe en esta bella noticia y por la conversión, c) Porque su irrupción es eminente, d) Y es para la salvación de los hombres, especialmente los pecadores, e) Porque Dios es un Padre de infinita bondad que ama indistintamente a todos, inclusive a los ingratos y malos, prefiriendo a los pobres, a los débiles, a los pequeños y a los pecadores, f) Todo esto está condicionado a la adhesión a Jesús, anunciador, realizador y anticipador del Reino, del perdón y de la salvación” (Leonardo Boff, Teólogo).

En Jesús se encuentra la identidad cristiana, no sólo en los ritos y las tradiciones.

Este mensaje de liberación, Jesús lo comunica con su palabra libre (realizadas a través de parábolas y de historias reales) y sus acciones liberadoras.  Palabras y acciones lejanas del Dios de la Biblia, distante y rígido.  El suyo es un Dios basado en el amor y la libertad. Y para ello, toda la vida de Jesús está basada en el signo de la entrega: Judas lo entrega al Sanedrín, el Sanedrín lo entrega a Pilatos, Pilatos lo entrega a los soldados y éstos lo entregan a la muerte.

Finalmente, Dios mismo lo entrega a su propia suerte y muere abandonado (“¿Dios mío, por qué me has abandonado?"). Y si Jesús se entregó sereno, ¿qué sentido tendría su muerte? “El mismo que dio a su vida.  Entendió la vida no como algo para vivirse y disfrutarse para sí mismo, sino como servicio a los demás” (Leonardo Boff).  Y ese es el ejemplo; la redención se realizaría mediante el amor que pasa por las obras y que nace de una fe confiada en Dios.  En Jesús se encuentra la identidad cristiana, no sólo en los ritos y las tradiciones.  Una entrega basada en el sufrimiento, en hacer el bien y en transformar las relaciones humanas a través del perdón.

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