Odiemos a los pobres

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Quien gane $250.620 mensual en Colombia, no es pobre, según el Dane. De allí para adelante es un pecado decir que el que gane $300.000 es rico o pudiente, gracias a los maravillosos tecnicismos que nos llevan a pensar que la pobreza no está tan mal en el país.

NestorNos fascinan los eufemismos, mentirnos, disfrazarnos, llenarnos de esperanzas inútiles. Por esta razón hoy los quiero invitar a que odiemos a los pobres. Si eso nos hace feliz, odiémoslos, ataquémoslos, alejémoslos; que no se junten con nosotros los ricos.

Esa es la lógica heredada de la Conquista. La Conquista hecha por unos tontos que bajo el imaginario de que eran ‘superiores’, debían humillar y usufructuar la fuerza de trabajo de miles de personas honestas y solidarias.

Esa es la lógica que aún impera, pero ahora disfrazada, camuflada de Ley. Así las cosas, observamos una tributación fuerte para la gente de ‘a pie’ y dócil para las grandes compañías (esto justificado por el no despido de personal y por la seguridad jurídica).

Y seguimos. Observamos megaproyectos, como El Quimbo, donde tienen que presentarse damnificados de sus parcelas cientos de personas a costa de una multinacional, y como si fuera poco, el argumento para permitir que la obra se haga es que eso va a generar empleo y que debe protegerse la confianza inversionista.

En este sentido, a muchos políticos que ahora son candidatos y antes apoyaban el proyecto, sugerían que íbamos a tener el puente más largo del país (como si fuéramos a comer puente toda la vida; o el puente nos generara grandes inversiones del capital internacional).

Pero nos mentimos, y entonces nuestra clase política, la misma que usted y yo elegimos, expidió un nuevo Código de Policía, ajustado a los apetitos de quienes sufren de aporofobia, es decir, de quien odia a los pobres.

Así las cosas, ahora vemos policías correteando vendedores ambulantes o comedores de golosinas callejeras; uniformados desesperados, por ‘hacer cumplir la ley’, no la ley de todos, sino la ley que representa a los que odian a los pobres, y les genera rasquiña ver a un humilde vendedor buscando para su sustento diario. Aquí la excusa es el espacio público. Pero esos odiosos, no proponen una sola solución.

Pero vayan a Cartagena un 31 de diciembre y miren lo que hacen los pudientes hoteles con el espacio público. ¡Lo invaden!, pero como la ley la hicieron para los pobres, ellos horondos alquilan sillas, mesas, venden comida, y los policías vigilantes, conspicuos, los defienden.

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