Cinco minutos antes de morir

Opinión
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Siempre les digo a mis estudiantes que deben recordar lo que les digo, incluso, cinco minutos antes de su muerte. Me disculparán la vanidad de mis pretensiones, pero yo también les advierto, cuando están en aprietos, que soy como un súper héroe que siempre hace justicia a fin de periodo. 

…Afortunadamente ninguno se ha muerto; serían amargos sus últimos suspiros. ¿Recordarían las reglas de la acentuación? ¿Pensarían en la oración simple o compuesta? ¿Quizá diferenciarían una metáfora de una símil o los aburridos tiempos verbales?

Es muy posible que no recuerden esas carajadas…He llorado amargamente durante largas noches-como diría el poeta Jattin-, pensando en el destino ingrato que me espera. Mejor así. Los recuerdos duran cuando son auténticos.

De modo que en este espacio no encontrarán a otro distinto que ‘el profe’. Sí, así, en tercera persona. En ese frío espacio gramatical donde no están Argüello, Vélez, Peter, Gutiérrez, Torres, ni otras tantas celebridades. Me disculparán la inoportuna antesala. Pero cuando se trata de torear, antes hay que dejar claras las suertes.

Así las cosas,  considero que la actual Secretaría de Educación del Huila ha tomado decisiones administrativas lesivas para la educación. A principio de año a muchas instituciones educativas del Huila (sobre todo rurales) les llegó un oficio escueto de un “estudio técnico”, acompañado de una advertencia aterradora para los estudiantes y desafortunada para los rectores: “comedidamente le solicito el favor de informar a esta Secretaría el nombre del docente a reubicar”.

Sucede que el Decreto 3020 de 2002 regula el número de estudiantes por docente. Deben ser 22 por profesor en zona rural y 32 en zona urbana.  El problema comienza cuando  un grupo es inferior a esos números. Piden ‘reubicar’, es decir, sacar el profesor de esa institución. Pero cuando un grupo,  tiene 33 o más estudiantes, no admiten tan fácilmente la posibilidad de otro docente.

 

Sucede que el Decreto 3020 de 2002 regula el número de estudiantes por docente. Deben ser 22 por profesor en zona rural y 32 en zona urbana.

La palabra clave de la Secretaría, luego de reubicar el educador es “fusionen”. Y así, entre fusión y fusión, se han cerrado sedes, han desertado estudiantes, y lo peor: la calidad de la educación ha empeorado, porque estamos a ¡unas cuántas millas de los mejores!

Un buen día de 2012 el menor Eduar Armando, residente en la vereda Santa Ana del municipio de Colombia, Huila, tuteló su derecho a la igualdad de oportunidades y educación (no contaba con su profesor de Química). Él consideraba que debía tener un docente para esa asignatura. La Corte Constitucional le dio la razón y estableció un precedente en la sentencia T-743/13. La consecuencia directa fue inaplicar el Decreto 3020 de 2002.

En la Ceja Mesitas de Aipe, con este precedente, logramos  profesor de Química, Educación Física e inglés. Ahora en la I.E. Valencia de la Paz de Íquira evitamos que ‘reubicaran’ un docente. En otros colegios entregaron profesores sin reparos. ¡Cuánto sentido de pertenencia hace falta!  ¿Cinco minutos antes de morir esos funcionarios, en su agonía, recordarán sus malas decisiones? ¿Estaré siendo trágico?

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