¿Y para cuándo la justicia digital?

Opinión
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¿Quiénes son los que más sufren? Justicia, no solo es darle a cada quien lo que corresponde como lo decía Ulpiano, sino también es darle lo que corresponde en un termino prudencial.

Por Néstor Pérez Gasca

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Percibo resignadamente, la profunda preocupación de las personas que ejercemos el “litigio” como profesionales del derecho, ya sea como apoderados de la parte activa o pasiva (demandante o demandado), la gran cantidad de foros que realizan en las redes sociales respecto del acceso a la “justicia” en estos tiempos adversos, nos ha a generado más incertidumbres que respuestas, aunque he visto que algunas de las iniciativas pregonan buenas intenciones, también se saturan de posiciones inermes que no dejan avanzar. Por supuesto, que hay que analizar sigilosamente todas las aristas de este entuerto, para el cual “supuestamente” no estábamos preparados.

Una de las mayores incertidumbres que se ha generado es ¿cómo implementar la justicia digital? La anterior situación ya fue superada y resuelta con creces en antaño, como es de conocimiento público, la inserción de trámites digitales en nuestro sistema judicial hace muchos años viene funcionado, por ejemplo, las Superintendencias que tienen funciones jurisdiccionales han dictado miles de fallos con las acciones de protección al consumidor, sin imprimir una sola hoja y con audiencias virtuales, es esas instancias es casi imposible que se prorrogue una audiencia, porque el sistema permite que se haga por internet y desde cualquier lugar del mundo, pero desafortunadamente un gran enemigo esta en la mentalidad de algunos servidores judiciales, que se resisten a dejar el atiborrado y antiecológico expediente de papel y se niegan a hacer uso  de la comodidad  y versatilidad de las tecnologías de la información.

¿Quiénes son los que más sufren? Justicia, no solo es darle a cada quien lo que corresponde como lo decía Ulpiano, sino también es darle lo que corresponde en un termino prudencial, para que las personas puedan disfrutar de ese derecho y no como ha sucedido en algunos casos que  gracias al rigor del formalismo y excesivo ritual manifiesto, se agrava la situación de quienes  buscan la resolución de su conflicto a través de las vías civilizadas e implementadas en nuestro Estado de derecho, una pronta justicia también ayuda  fortalecer las democracias, una pronta justicia dice mucho de la clase de Nación que somos, porque la misma celeridad fortalece la calidad y expectativa de vida de los asociados.

La ley 270 de 1996, recalca los principios que informan la administración de justicia, el de acceso a la justicia (Art. 2º), celeridad (Art. 4º) eficiencia (Art. 7º) y el respeto de los derechos (Art. 9º), constituyéndose así  la Sentencia C-037 de 1996 (M.P. Vladimiro Naranjo Mesa)  con la que como un “faro de luz” nos  guía  diáfanamente  al manifestar que “es imprescindible contar con una debida administración de justicia. A través de ella, se protegen y se hacen efectivos los derechos, las libertades y las garantías de la población entera, cada vez se reclama con mayor ahínco una justicia seria, eficiente y eficaz en la que el juez abandone su papel estático, como simple observador y mediador dentro del tráfico jurídico, y se convierta en un partícipe más de las relaciones diarias de forma tal que sus fallos también respondan a un conocimiento real de las situaciones que le corresponde resolver. Debemos entender que la justicia ha pasado de ser un servicio público más, a convertirse en una verdadera función pública, como bien la define el artículo 228 C.P. Significa lo anterior que tanto en cabeza de los más altos tribunales como en la de cada uno de los juzgados de la República, en todas las instancias, radica una responsabilidad similar, cual es la de hacer realidad los propósitos que inspiran la Constitución en materia de justicia, y que se resumen en que el Estado debe asegurar su pronta y cumplida administración a todos los asociados; en otras palabras, que ésta no sea simple letra muerta sino una realidad viviente para todos, de lo contrario terminaremos, muchos comiendo de lo que  sórdido “Coronel” de Gabriel García Márquez, mencionó cuando se fastidió de esperar su pensión, -a lo que este, liberado, se arma de valor y le responde: "Mierda"-.

 

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