¿Vivir o matar? ¿Villano o héroe?

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En Colombia, tristemente fracasamos como sociedad; todo el mundo quiere “darle en la cabeza al otro”. 

Resulta pertinente hablar de la apología a la “justicia por mano propia” en estos albores del debate sobre si es justificable el uso de la legitima defensa, concebida como mecanismo que pretende defender el bien jurídico propio más importante (la vida) so pena de afectar el mismo bien jurídico pero ajeno. Lo álgido del asunto, es encontrar un argumento conciliador sobre las posiciones diametralmente opuestas del asunto. Por una parte, están los defensores acérrimos de la vida, que aborrecen cualquier acto de violencia en contra de los seres humanos. Por otra parte, están aquellos que justifican la “autodefensa” o la “mano propia” como respuesta a cualquier agresión que se considere mortal.

El anterior debate, conviene abordarlo desde el contexto real. Por cuanto dicha discusión es de carácter jurídico y probatorio y no de carácter moral, ni mediático. Si bien es cierto que nuestra ley penal ha definido cuándo existe un delito. También es cierto que el mismo estatuto irroga una ausencia de responsabilidad penal respecto de quienes aparentemente han truncado algo tan importante como la vida. Así las cosas, la Corte Suprema de Justicia afirma que la legítima defensa puede ser objetiva o subjetiva; en otras palabras cuando se cause la necesidad de defender un derecho propio o ajeno contra una ataque injusto,  peligroso,  actual e inminente,  inevitable y que el ciudadano no haya causado intencionalmente o por imprudencia, y que no tenga el deber jurídico de afrontar. Lo anterior, siempre y cuando la defensa sea proporcionada a la agresión. Además, no se debe confundir cuando dos personas deciden agredirse mutuamente porque la legitimidad de la defensa se desvirtúa por el mutuo actuar al margen de la ley, empero,  salvo que los antagonistas rompan las condiciones de equilibrio en el combate.

El anterior debate, conviene abordarlo desde el contexto real. Por cuanto dicha discusión es de carácter jurídico y probatorio y no de carácter moral, ni mediático.

Pensemos por un momento, si las mujeres víctimas de feminicidio y los menores abusados, tuvieran la posibilidad mínima de defenderse, atendiendo los criterios de proporción e inmediatez, ¿también serían unos homicidas o delincuentes?  y ¿si un líder social se defiende de un ataque también sería un bandido por defender su vida? Esta celebración de actos de violencia son el reflejo de la descomposición social que afrontamos desde hace mucho tiempo, esto es, el resultado de gobiernos ineficaces y padres imprudentes que traen hijos al mundo para dejarlos al azar. En Colombia, tristemente fracasamos como sociedad; todo el mundo quiere “darle en la cabeza al otro”, cada quien cree tener derecho de disponer de los derechos del otro, de la manera de considere pertinente, todo esto, como consecuencia de las graves falencias que aqueja a nuestro sistema judicial, y por la poca o nula acción de las autoridades de policía. Por lo anterior, es complejo actuar de manera civilizada en un mar de delincuencia y peligro inminente.

Parcialmente tienen la razón quienes manifiestan que hace falta más educación, pues en el caso del médico, fue precisamente el más “educado” o formado quien dio muerte a los tres supuestos agresores, lo triste de esta situación es que pasamos al extremo de convertir una persona que ha ejercido una conducta reprochable como eliminar algunas vidas, en un pseudo héroe Nacional, así de putrefacta esta nuestra alma.

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