Este 17 de febrero se conmemoraron 29 años de la muerte del filósofo, Estanislao Zuleta Velásquez. Su amigo Delimiro Moreno lo recordó de esta manera: “Zuleta es casi unánimemente reconocido como uno de los pensadores más originales del país, poseedor de una de las culturas más sólidas entre nosotros, a pesar de no haber cursado sino hasta cuarto de bachillerato…”
Por Delimiro Moreno
Hoy se cumplen 29 años del fallecimiento, en Cali, (ciudad en la que se había radicado desde mucho antes y en la que se desarrolló la mayor parte de su actividad intelectual) del filósofo antioqueño Estanislao Zuleta Velásquez, muerto el 17 de febrero de 1990, y quien había nacido en Medellín el 3 de febrero de 1935, fechas que se vienen conmemorando en esta última ciudad con diversos actos culturales en su homenaje, programados por la Corporación Cultural que lleva su nombre.
Zuleta es casi unánimemente reconocido como uno de los pensadores más originales del país, poseedor de una de las culturas más sólidas entre nosotros, a pesar de no haber cursado sino hasta cuarto de bachillerato y por tanto un autodidacta de profusas y por él elegidas lecturas, que iban desde la novelística alemana (Thomas Mann era su escritor preferido), hasta las más profundas filosofías modernas, desde el kantismo, el existencialismo y el freudismo, hasta el estructuralismo. Se paseó por todas ellas, probablemente como pensaba Rafael Gutiérrez Girardot como un “diletante”, pero integrándolas de tal manera a sus propias conclusiones que hicieran de él guía intelectual de varias generaciones y aún hoy es considerado por la nueva como uno hito de la cultura nacional.
Conocí a Estanislao Zuleta en 1950, cuando ambos estudiábamos en el Liceo de Bachillerato de la Universidad de Antioquia y éramos miembros del Centro Literario Porfirio Barba Jacob, presidido por Ramiro Montoya y entre cuyos integrantes se encontraban Gonzalo Arango, Rómulo Naranjo, Jaime Mejía Valencia, Rodrigo Sánchez Giraldo y muchos otros personajes que irían a brillar después en la cultura antioqueña en diversos campos. Al año siguiente, cuando cursábamos el cuarto de bachillerato, ante la clamorosa ineptitud de los profesores de entonces que, paradójicamente, obstaculizaban nuestro desarrollo intelectual en lugar de alentarlo, decidimos retirarnos de las aulas y refugiarnos en la biblioteca privada de su padre, el fallecido magistrado Estanislao Zuleta Ferrer, amigo de Fernando González y muerto en el accidente aéreo en el que pereció igualmente Carlos Gardel, el 24 de junio de 1935, cuatro meses después de nacido su hijo.
La decisión de los adolescentes había sido apoyada por Fernando González y el tío político de Zuleta, Fernando Isaza, convencidos de que en las aulas él perdía tiempo precioso para su formación ante la pésima calidad de la educación de entonces. Allí nos sumergimos en la lectura de los autores que nos atraían: Thomas Mann, Dostoievsky, Martin Heidegger, Sören Kierkegaard, Miguel de Unamuno, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir (conocidos entonces y no, como pretenden algunos, en su viaje a Europa para participar en un Festival de la Juventud patrocinado por los países socialistas en Bucarest), Luis Carlos López, León de Greiff, y muchos más que en ocho meses de febril lectura devoramos y comentamos (comentaba él) en las tertulias de los café Zoratama y La Bastilla… Fue la época en que sentamos las bases de nuestra formación intelectual, que produjo la inmensa personalidad de Estanislao Zuleta y la de este modesto periodista e historiador huilense que añora con nostalgia su adolescencia con él. ¡Cómo nos hacen falta, 29 años después, su inmensa sabiduría y amistad!
Valgan estas deshilvanadas frases como nuestro homenaje a tan inmenso pensador en los 29 años de su muerte y los 84 de su nacimiento.