Pero, quién fue Marco Fidel Suárez (III)

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Estos propósitos se lograron en buena parte con el tratado Urrutia-Thomson, que abrió a Colombia a la inversión internacional y por el cual se entregó al país una indemnización de 25 millones de dólares por la pérdida de Panamá, que serán recibidos en el gobierno del general Pedro Nel Ospina, quien los invertirá en la construcción de la infraestructura vial, con no pocas críticas por esta inversión.

Por DELIMIRO MORENO CALDERÓN

Estos propósitos se lograron en buena parte con el tratado Urrutia-Thomson, que abrió a Colombia a la inversión internacional y por el cual se entregó al país una indemnización de 25 millones de dólares por la pérdida de Panamá, que serán recibidos en el gobierno del general Pedro Nel Ospina, quien los invertirá en la construcción de la infraestructura vial, con no pocas críticas por esta inversión. Suárez mismo, por ejemplo, era partidario de que la indemnización se invirtiera en la creación de un Banco Nacional que con el apoyo de la Banca Internacional duplicara el monto de ella y se dedicara a la promoción del desarrollo de la infraestructura del país, especialmente sus vías férreas y carreteables y sus puertos.

Esta tarea política nacional e internacional le produjo al señor Suárez, naturalmente, muchos problemas e incomprensiones internos, y es la raíz de la idea que se tiene en algunos sectores, de que el señor Suárez era simplemente un esbirro del imperialismo yanki y un gobernante “inepto”. A pesar de su indecisión respecto al imperialismo norteamericano, no hay tal. A este respecto, es importante señalar la carta que dirige el 28 de febrero de 1920 a la legación colombiana en Washington, en el cual dice al Dr. Urueta, encargado de la Legación, y publicada en el importante libro de Marco Palacio y Frank Safford, “Colombia país fragmentado”, pág. 518: “A Colombia le convendría tal vez negociar directamente con Panamá límites, deuda y relaciones. Así, satisfaríanse grandes necesidades, aunque se olvidaran los 25 millones, equivalente hoy a mucho menos en otro tiempo (...) Si se lograra que los panameños reconocieran límites y estipulaciones referentes a deuda y lo demás, nada importaría dejar de pensar en dinero y hasta quedaría mejor el honor nacional. Colombia entonces podría decir: Fui despojada, insultada y burlada indefinidamente y no quiero seguir en semejante expectativa. Esa conducta de absoluta prescindencia sería un acto decoroso y la sanción tácita contra una de las más grandes injusticias inferidas a una nación débil por una nación prepotente e inicua”. ¿Habla así un esbirro del imperialismo? Pero los intereses políticos internos enemigos de Suárez no le dejaban ningún margen de maniobra y, en su indecisión, siguió en la tarea de defender el tratado Urrutia Thomson.

Cuando estalla la primera guerra mundial en 1914, que es la guerra en la cual las grandes potencias tratan de redistribuirse el mundo, porque Alemania estaba separada de esa distribución y buscaba por medio de la guerra, lograr un pedazo de la tajada imperialista, el señor Suárez era Canciller de la República y en lugar (como hicieron otros países latinoamericanos) de alinearse sin ninguna condición con los Estados Unidos, declara la neutralidad del país en esa guerra mundial.

¿Por qué declara la neutralidad? Primero, porque no estaba de acuerdo con el estallido de la guerra, y no estaba de acuerdo en buena parte porque era más amigo de Alemania, que de los Estados Unidos, como Reynaldo Matiz en el Huila. Además, para seguir las orientaciones del papa Benedicto XV en su calidad de católico ferviente.

Él veía con claridad que los Estados Unidos, como lo había comprobado con la separación de Panamá, eran una amenaza para los países latinoamericanos y que más fácilmente había posibilidades de desarrollo económico para éstos países con Alemania, que con los Estados Unidos, como lo comprobaban sus avances en la aviación y las telecomunicaciones y sus aportes a Colombia en esas industrias básicas.

La negociación y firma del tratado Urrutia-Thomson, que permite la reanudación de las relaciones con los Estados Unidos (concreción de su “respice polum”), el pago de una indemnización de 25 millones de dólares por los perjuicios recibidos por Colombia con la Independencia del departamento de Panamá, que por el mismo tratado se reconoce, es el factor que causa su retiro –que no renuncia- de la Presidencia. Laureano Gómez y Alfonso López Pumarejo fueron los líderes de la terrible campaña de difamación, en parte con ataques personales al señor Suárez, con el fin de boicotear la firma de ese tratado, pero finalmente aceptan su retiro de la presidencia de la República, a la que no renuncia, insistimos, porque él continuó siendo el Presidente titular, aunque no quiso nunca retomar el mando. Ese retiro de la Presidencia, en noviembre de 1921, se produce con la condición, primero, de que se eligiera en su reemplazo al designado por él propuesto, el general Jorge Holguín; segundo, que se continuara en el parlamento la discusión de las acusaciones lanzadas por Laureano Gómez, condición que no se cumplió en ése momento, pero que se cumplirá seis años después, cuando la Cámara misma declara que el señor Suárez es inocente de los cargos que Laureano Gómez le ha hecho; y tercero, que se apruebe el tratado Urrutia-Thomson, tantas veces explicado.

Es el comienzo de la entrada de Colombia a la modernidad económica, sometida hasta allí al más absoluto aislamiento internacional al que nos había condenado la Regeneración; y es el fruto político económico más importante de la actividad de Suárez. Es también el ingreso definitivo de Colombia al área de influencia de los Estados Unidos que ya había marcado su dominio imperial con la separación de Panamá para poder construir el Canal y numerosos actos de auténtica piratería en otros países de América Latina, convertida en su patio trasero. A este respecto es de anotar que ese fatal hecho geográfico, histórico, económico y político –nuestra inserción en el patio trasero del imperio norteamericano- quizá se hubiese impedido, si las condiciones históricas y económicas del mundo y nuestro país hubieran sido otras; si al dominio mundial de Inglaterra, hubiera sucedido uno de Alemania, como querían Suárez, Matiz y miles de colombianos, o Francia, como habrían deseado los liberales, y no el de Estados Unidos; si en lugar de la Regeneración, hubiera continuado el régimen federal; si.... si.. En fin, utopías y ucronías. La realidad es que quedamos inmersos en la zona de influencia norteamericana y allí teníamos –tenemos – que operar históricamente, combatiéndola o adaptándonos a ella, pero dentro de ella.

El presidente Suárez hizo más: con su ministro de hacienda Esteban Jaramillo, sancionó la ley 58 de 1918 que creó el impuesto sobre la renta, uno de sus grandes logros en materia de ordenamiento económico, y que contribuyó en gran manera a iniciar una toma de conciencia sobre los problemas fiscales del país. Y con motivo de la terminación de la I Guerra Mundial, que originó por parte de Europa una tremenda demanda de materias primas y alimentos de todo el mundo, Colombia participó en ese fenómeno exportando lo que tenía –sobre todo café- lo que provocó una gran prosperidad inicial, pero también inflación, que se revertirá luego en una crisis económica por la situación fiscal y social, y la caída de los precios del café en la bolsa de Nueva York, que trata de enfrentar Suárez con el ministro Esteban Jaramillo con acertadas medidas que, sin embargo, no logran capear del todo y sume su gobierno en la crisis económica que sus enemigos aprovechan para combatirlo y señalarlo como “inepto”.
Pero Suárez no solamente hace todo esto como presidente de la República: cuando le toca enfrentar el incipiente movimiento obrero bastante combativo, el gobierno del señor Suárez declara la legalidad de las huelgas, derecho hasta ése momento desconocido en el país, aunque en términos generales siga la política de su partido, el conservador, respecto al problema social, que pretende solucionar, ingenuamente, con la caridad cristiana, haciendo honor a su religiosidad y formación intelectual.
Y el 16 de marzo de 1919, se presenta el primer gran enfrentamiento de la clase obrera colombiana con el gobierno. Para protestar contra un decreto presidencial que autorizaba la compra en el extranjero de uniformes y botas militares para la conmemoración del primer centenario de la Batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1919, los dirigentes socialistas organizaron una manifestación en Bogotá. Después de que los líderes conferenciaron con el presidente Marco Fidel Suárez, quien les informó la derogatoria del decreto, al intentar un grupo de manifestantes penetrar violentamente al Palacio Presidencial, se produjo un enfrentamiento con una patrulla militar que causó la muerte a 7 manifestantes y heridas a 15 más. Son las primeras víctimas obreras socialistas de la represión oficial, proclaman con razón los líderes de ese partido recién fundado. El presidente Suárez destituye al Comandante de la Guardia Presidencial, general Pedro Sicard Briceño, acusado de haber dado la orden de disparar y lo pone a disposición de la justicia.
Le corresponde, pues, al señor Suárez, quien, para expresar y satisfacer las ideas de la clase terrateniente que en ese momento representaba, había declarado en varios escritos suyos que en Colombia no existía el proletariado, dictar las primeras leyes sobre las huelgas y demás derechos de los obreros y vivir en carne propia el primer enfrentamiento sangriento del proletariado con el gobierno. ¡Paradojas en la vida de un intelectual metido a gobernante de la clase dominante!
En otro sentido, Suárez en su gobierno, no solamente impulsa las vías de comunicación, sino que introduce el telégrafo inalámbrico, la posibilidad de conectarse directa e inmediatamente con Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Alemania; eso, ahora en la época del Internet y de las grandes cadenas noticiosas como CNN, puede parecernos de poca importancia, pero antes de la introducción de las comunicaciones inalámbricas, una comunicación con Londres duraba 3 semanas; ¡ahora dura menos de 3 microsegundos!
Desde 1865, en el gobierno de Manuel Murillo Toro, en Colombia, y de Pedro Justo Berrío en Antioquia, teníamos el telégrafo eléctrico cuyos mensajes eran transmitidos por alambres físicos y por cable, pero el radio telégrafo inalámbrico, que permite una mayor velocidad de las comunicaciones, solamente se logra en el gobierno del señor Suárez.
El señor Suárez, además, inicia la aviación en el país, por eso la base aérea de Cali se llama Marco Fidel Suárez, porque los miembros de la Fuerza Aérea Colombiana saben perfectamente que él es el creador de esa arma y del reconocimiento de la importancia de la comunicación aérea.

Esta es pues, la tercera etapa de la vida del señor Suárez, que se desarrolla entre 1900 y 1921; es la más agitada política y administrativamente y la que amargará más duramente su vida.

Pero la cuarta es la que tiene una mayor calidad intelectual y literaria. Ella se desarrolla desde su retiro de la presidencia de la República en noviembre de 1921, hasta el 3 de abril 1927, fecha de su muerte.

Inicia entonces la publicación de “Los sueños de Luciano Pulgar” que tiene como base, claro está, su defensa de las acusaciones que le hace Laureano Gómez en ese tiempo y sobre todo, en un hecho muy importante en la vida personal del señor Suárez: él había escrito un folleto, “Honores y deshonra”, con el fin de responder a esas acusaciones tantas veces mencionadas. Introdujo los originales de ese folleto para su publicación a la imprenta de los salesianos, que eran de su confianza; y de la imprenta, por arte de no se sabe qué argucias, el señor Laureano Gómez se roba los originales del folleto y lo publica a su amaño con una serie de tergiversaciones sobre la realidad de lo escrito. Es decir, no solamente le roba los derechos intelectuales sobre una tarea literaria que había desarrollado, sino que además, lo utiliza como un arma contra el propio autor, el señor Suárez. Por lo tanto, éste inicia la publicación de “Los sueños de Luciano Pulgar” denunciando ese hecho y publicando el texto verdadero, original, del folleto “Honores y deshonra”.
Ese es el origen de “Los sueños de Luciano Pulgar” que son publicados en el periódico de mayor circulación en el país, en ese entonces, el Nuevo Tiempo, en entregas semanales de dos páginas del periódico, tamaño universal que ahora solo conserva EL TIEMPO, pues los demás se han reducido al tabloide de más fácil manipulación por la gente.
Publicará 173 sueños sobre los más diversos temas: historia, filosofía, política, defensa de su gobierno, divulgación de los aspectos principales de su vida, un sueño dedicado a su municipio de origen, Bello, el sueño del Padre Nilo, un sueño dedicado a la exposición de lo que había sido su gobierno. Estos sueños dedicados a temas filosóficos y gramaticales de gran profundidad, son reunidos en 12 volúmenes que conformaron su tarea intelectual, por lo cual lo recordamos fundamentalmente.

 

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