La espera inútil

Yo me olvidé que se hizo / ceniza tu pie ligero, /y, como en los buenos tiempos, / salí a encontrarte al sendero.

    Yo me olvidé que se hizo
ceniza tu pie ligero,
y, como en los buenos tiempos,
salí a encontrarte al sendero.

    Pasé valle, llano y río
y el cantar se me hizo triste.
La tarde volcó su vaso
de luz ¡y tú no viniste!

    El sol fue desmenuzando
su ardida y muerta amapola;
flecos de niebla temblaron
sobre el campo. ¡Estaba sola!

    Al viento otoñal, de un árbol
crujió el blanqueado brazo.
Tuve miedo y te llamé:
"¡Amado, apresura el paso!

    Tengo miedo y tengo amor,
¡amado, el paso apresura!"
Iba espesando la noche
y creciendo mi locura.

    Me olvidé de que te hicieron
sordo para mi clamor;
me olvidé de tu silencio
y de tu cárdeno albor;

    de tu inerte mano torpe
ya para buscar mi mano;
¡de tus ojos dilatados
del inquirir soberano!

    La noche ensanchó su charco
de betún; el agorero
búho con la horrible seda
de su ala rasgó el sendero.

    No te volveré a llamar,
que ya no haces tu jornada;
mi desnuda planta sigue,
la tuya está sosegada.

    Vano es que acuda a la cita
por los caminos desiertos.
¡No ha de cuajar tu fantasma
entre mis brazos abiertos!

Gabriela Mistral 

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